jueves, 18 de diciembre de 2014

PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y MODELOS DE ACTUACIÓN EN ORIENTACIÓN EDUCATIVA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA
   DE CIUDAD GUZMÁN (UPN)        
UNIDAD 144

ENSAYO”

PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y MODELOS DE ACTUACIÓN EN ORIENTACIÓN EDUCATIVA


ALUMNA: ISMENIA LORENA PAPíAS GARCíA.

MATERIA: ORIENTACIÓN EDUCATIVA

MAESTRO: YURIAN ISAIAS RAMOS ENRIQUEZ



A 18 DE DICIEMBRE DEL 2014
CIUDAD GUZMÁN, MPIO DE ZAPOTLAN


INTRODUCCIÓN
La Orientación es responsabilidad de toda la comunidad educativa, siendo los orientadores los principales agentes del proceso orientador. Esto supone que los profesionales de la orientación necesitan disponer de un amplio conjunto de conocimientos y capacidades para poder desempeñar con eficacia las tareas que comprende la orientación educativa: planificar, coordinar, asesorar se examinan los modelos y estructuras institucionales básicas de orientación a nivel nacional e internacional. En esta parte se ofrece además un análisis detallado de las funciones que desempeñan las diferentes estructuras de orientación en cada una de las Comunidades Autónomas.
Se señalan algunas de las cuestiones que previsiblemente influirán en el desarrollo de la orientación en los próximos años. Entre ellas cabe citar la incorporación de las TIC en el desarrollo de la intervención psicopedagógica o el enfoque intercultural en la orientación. También se abordan en esta parte las competencias profesionales básicas de los orientadores y orientadoras desde el nuevo marco formativo


DESARROLLO

PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y MODELOS DE ACTUACIÓN EN ORIENTACIÓN EDUCATIVA
La orientación como cualquier disciplina de acción, cuenta con una serie de modelos de intervención que suponen distintos modelos de organización y que ofrecen distintas posibilidades de acción. Estos modelos nos servirán como marcos de referencia a la hora de diseñar planes de actuación Vamos a referirnos a los modelos de intervención como estrategias para conseguir unos resultados propuestos. Los modelos de orientación según Bisquerra (1998) sugieren procesos y procedimientos concretos de actuación, es decir, se pueden considerar como “guías para la acción”. A lo largo de la historia han ido surgiendo diversos modelos. La investigación ha contribuido en determinar la eficiencia de estos modelos.
En el marco de la orientación educativa encontramos, por ejemplo, tres definiciones específicas:
·  “Son estrategias fundamentadas que sirven de guía en el desarrollo del proceso de Orientación en su conjunto (planificación, puesta en práctica y evaluación) o en alguna de sus fases...”(Bisquerra, 1992: 177).
·  “La representación de la realidad sobre la que hay que intervenir, y que va a influir en los propósitos, los métodos y los agentes de dicha intervención” (Rodríguez Espinar y otros, 1993).
·  Son una representación que refleja el diseño, la estructura y los componentes esenciales de un proceso de intervención” (Álvarez y Bisquerra, 1997: 23).
Como ha señalado Rodríguez Diéguez (1990:56) en Orientación “los modelos están desempeñado la función de hacer más accesibles las construcciones teóricas mediante aproximaciones sistemáticas, así como la de seleccionar aquellos hechos de la realidad que, sometidos a investigación, puedan contribuir a la elaboración de teorías”.

Bisquerra y Álvarez (1996) han señalado recientemente que todavía es escasa la literatura sobre modelos de orientación y sus tipos, no obstante diversos autores han realizado propuestas de clasificación de los modelos de intervención en orientación.
Es posible encontrar distintas clasificaciones de modelos según el criterio utilizado. Así, Vélaz y Ureta (1998) recogen la siguiente clasificación:
(a) Empleando un criterio histórico, Rodríguez Monereo (1995:21 – 51), distingue los siguientes
“modelos de orientación educativa y profesional en el siglo XX”:
- Modelos históricos; el modelo de Orientación Vocacional de Frank Parsons (1980), y el modelo de Brewer que asimilaba la orientación y la educación (1914).
- Modelos modernos de Orientación Educativa y profesional; o La orientación entendida como clasificación y ayuda al ajuste o adaptación (de Koos y Kefauver, 1932).
o La orientación como proceso clínico.
o La orientación como consejo proceso de ayuda para la toma de decisiones.
o La orientación como sistema metodológica ecléctico
- Modelos contemporáneos de Orientación (centrados en la institución escolar y en las organizaciones educativas);
o La orientación como un conjunto o constelación de servicios.
o La orientación como reconstrucción social.
o La orientación como acción intencional y diferenciada de la educación.
o La orientación facilitadora del desarrollo personal.
o Modelos centrados en las necesidades sociales contemporáneas;
o La orientación como técnica consultiva o intervención indirecta.
o Las intervenciones primarias y secundarias: la teoría de la orientación activadora.
o Los Programas Integrales de Orientación preventiva.
o Orientación para la adquisición de las habilidades de vida.
(b) Parker (1868), clasifica los modelos en función del estilo y la actitud del orientador en el desarrollo de su función, en relación con dos ejes (directividad – no directividad y enfoque existencialista – conductista), distinguiendo; modelo de rasgos y factores, modelo espontáneo – intuitivo; modelo rogeriano; modelo pragmático – empírico; modelo conductista; modelo ecléctico.
(c) En función del tipo de relación que se establece entre orientador y orientado, Escudero
(1986) clasifica los modelos del siguiente modo;
a. Modelo psicométrico: el orientador es el experto de una serie de técnicas y el profesor el destinatario de los resultados de las mismas.
b. Modelo clínico – médico; basada en el diagnóstico. El orientador diagnóstico y diseña el plan de intervención, que es aplicado pasivamente por el profesor.
c. Modelo humanista; la orientación es un proceso de ayuda al individuo en un clima positivo de relación. El profesor es concebido como orientador.

·  Modelo de Counseling; se centra en la acción directa sobre el individuo para remediar situaciones déficit. Aunque desligado del proceso educativo, su demanda aconseja una prudente utilización.
·  Modelo de consulta; centrado en la acción indirecta sobre grupos o individuos, ha adquirido un gran auge, ejerciendo su función desde una perspectiva terapéutica, preventiva o de desarrollo.
·  Modelo tecnológico; con las limitaciones propias de cualquier medio tecnológico y el desconocimiento del mismo, este modelo, que pretende fundamentalmente informar y que goza de un importante auge en otros países, desarrolla en el nuestro experiencias por el momento poco relevantes
·  Modelo de servicios; se centra en la acción directa sobre algunos miembros de la población, generalmente en situaciones de riesgo o déficit.
·  Modelo de programas; una intervención a través de este modelo de acción directa sobre grupos, es una garantía del carácter educativo de la orientación.
·  Modelo de servicios actuando por programas; Este nuevo modelo de intervención directa sobre grupos, presenta la particularidad de considerar el análisis de necesidades como paso previo a cualquier planificación, y una vez detectadas y priorizada dichas necesidades, diseñar programas de intervención que den satisfacción a las mismas.



Funciones del orientador educativo

* Participar en la formulación y desarrollo del proyecto escolar e impulsar las propuesta de integración colectiva de los profesores para el trabajo de la escuela
* Elaborar la planeación correspondiente a las actividades de la orientación educativa en el marco de la organización escolar.
* Planear las acciones y aplicar estrategias sistemáticas de orientación a los alumnos, en el marco de la organización escolar y la planeación de los docentes, coadyuvando en la retroalimentación del proceso formativo que plantea el plan y programas de estudio de educación secundaria
* Planear y/o desarrollar los proyectos culturales y recreativos del ámbito de la orientación educativa que fortalezcan las habilidades del pensamiento, hábitos y destrezas y valores en los espacios de horas clase, de tiempo libre o de otra índole, que no sea atendida por los docentes o directivos
* Colaborar con reuniones y eventos que les convoquen las autoridades educativas con relación al desarrollo de las acciones escolares 
* Estimular la participación de los alumnos en la organización de las actividades escolares, cívicas, culturales y sociales como una forma de desarrollo de la personalidad autónoma

* Ofrecer orientación y apoyo permanente a los estudiantes en sus necesidades específicas de desarrollo, de problemas propios de la etapa del docente y de su formación educativa.

* Establecer permanentemente comunicación con los alumnos y directivos y padres de familia para proponer adecuaciones así como los acuerdos de trabajo grupal requerido en
beneficio de la edición integral grupal del estudiante
* Coadyuvar en el diseño y desarrollo e de propuestas académicas en consenso con profesores y directivos de las escuelas que fortalecen el intercambio educativo estudiantil a nivel escuela, zona y región.
* Establecer la vinculación con instituciones de educación media superior para realzar las actividades.

SUJETO COMO ORIENTADOR

La evaluación del sujeto como elemento previo a cualquier actuación orientadora o incardinada a lo largo de todo el proceso orientador permite a tutores y orientadores conocer aquellos aspectos del sujeto más relevantes para la intervención. Su función es marcar las pautas para la propia orientación.
De la evaluación se extraen diferentes informaciones sobre el sujeto a nivel individual, aquellas que identifican sus aptitudes, sus tendencias e intereses profesionales o las características de su personalidad. Al profesional y/o al propio sujeto de la orientación le corresponden valorar y ponderar esa información para culminar el proceso de toma de decisiones vocacional.
La finalidad desde la que se realiza la evaluación, así como el modo en que se recogen y ponderan los datos en el proceso de orientación profesional determina la existencia de diferentes enfoques o modelos de evaluación.
Aunque la actividad diagnóstica no suele estar vinculada a la práctica desde un modelo de orientación determinado, sino que el profesional suele apoyar su actividad cotidiana en el empleo de técnicas y procedimientos que beben de fuentes teóricas diferentes, también es cierto que finalmente podemos extraer factor común de su trabajo en forma de preferencias o tendencias en el empleo de ésta o aquélla perspectiva diagnóstica. En este sentido, puede cobrar interés la revisión de algunos de los modelos que se utilizan habitualmente en la evaluación que sirva de base a la acción orientadora.
Es claro que el modelo de evaluación desde el que podemos acercarnos a un conocimiento del sujeto como individuo es una elección del tutor u orientador, basada en su formación, los procedimientos e instrumentos en los que puede apoyar su trabajo y en la población objeto de su intervención orientadora.
Consideremos dos modelos básicos de evaluación: uno, centrado en el sujeto, cuyo objetivo es aportar información que le ayude en su proceso de toma de decisiones; y, otro centrado en el orientador, cuyo objetivo es obtener información para sustentar en evidencias el consejo orientador dentro del proceso de la elección vocacional.
Modelo de evaluación centrado en el sujeto
Aquellos orientadores y tutores que en su labor profesional adoptan, preferentemente, un modelo de evaluación centrado en el sujeto (no necesariamente a nivel individual) conciben esta función como el desempeño de un conjunto de tareas destinadas a aportar a jóvenes o adultos la información que necesitan para que adopten una decisión adecuada.
La labor de orientador o tutor es hacer que la elección vocacional del sujeto(s) se apoye en un proceso de reflexión personal para el que necesita de información sobre diferentes variables. El orientador guía el proceso de toma de decisiones del sujeto(s), le indica qué aspectos de sí mismo debe conocer (v.g. intereses, aptitudes, personalidad, etc.), es decir, en qué tipo de informaciones debe basar su decisión.
Las variables a estudiar, los procedimientos y técnicas que el sujeto(s) debe utilizar para llegar a conocerse son propuestos por el orientador o tutor, pero es el sujeto el que realiza los auto informes o responde a cuestiones que forman parte de una entrevista, es él quien pondera los datos obtenidos y los interpreta desde el punto de su vista. La información en que debe basarla está recomendada por el profesional de la orientación, pero la decisión es suya y él quien sitúa los datos en una determina dirección.
Esta perspectiva del diagnóstico o evaluación está más cercana a propuesta de intervención centrada en el desarrollo de programas de orientación profesional. El programa contiene los componentes necesarios a nivel diagnóstico para que los sujetos (no se precisa una intervención individual) aprenda a conocerse y a desarrollar una estrategia decisiones correcta.



Modelo de evaluación centrado en el orientador
El sujeto es quien finalmente adopta una decisión, si bien apoyada en mayor o menor grado en un consejo orientador. Para ofrecer ese consejo el profesional de la orientación recaba información sobre el sujeto, de modo que su propuesta se apoye en evidencias sobre el orientado.
En el modelo de evaluación centrado en el orientador, las responsabilidad del proceso recae sobre este último de modo que es el primer interesado en obtener información relevante sobre el sujeto al que va a dar su consejo.
Aquí también es el orientador el que selecciona las variables a considerar y los procedimientos necesarios para recoger la información. La interpretación de la información recogida y el peso que da a cada variable son competencias que el profesional necesita desarrollar para fundamentar su decisión.
Esta perspectiva del diagnóstico o evaluación está más próxima a modelos de Counseling o intervención directa individualizada. En esta modelo, la acción orientadora se apoya en la relación personal entre orientador-orientado. Su objetivo último es satisfacer la demanda que puntualmente le hace el sujeto sobre su toma de decisiones vocacional.
Los orientadores son consultados acerca de los cambios producidos en las elecciones vocacionales, sobre la realidad ocupacional de los recién egresados, sobre las dificultades en la articulación de los distintos niveles del sistema, sobre la apatía de los jóvenes, sobre las reglas que garanticen la posibilidad de trabajo. Se nos señala como especialistas que podrían producir modificaciones en la distribución de la demanda de las carreras. Podríamos decir que es un momento especial en la demarcación de esta práctica profesional. Lo que constituye una doble responsabilidad: por un lado el de tomar la demanda pero también poder demarcar las tareas específicas sostenidas en la ética de la humanización y por otro lado reclamar un lugar particular, enunciado pero no establecido, en el sistema educativo.
El presente trabajo intenta abordar las peculiaridades que se presentan en nuestra práctica profesional en el momento actual en que los cambios operados en la realidad ubican al orientador vocacional frente a una complejidad multideterminada.
En un trabajo anterior planteaba la práctica de la orientación vocacional ubicada en el entrecruzamiento de tres campos: el del sujeto de la orientación, el contexto socioeconómico y cultural y el del sistema educativo, y la labor del orientador en la intersección de los mismos . Ubicaba en ese artículo a la elección vocacional como el punto crucial de inserción en lo social.
Abordaremos cada uno de estos campos y sus interrelaciones para poder precisar nuestro hacer como orientadores.
La elección adecuada de una carrera en un contexto de incertidumbre y en un mundo laboral en constante cambio constituye una decisión fundamental para todos los jóvenes, de ninguna manera fácil.
Decidir es todo un proceso, una tarea que cada sujeto debe realizar. Implica poder pensar y hacer una apuesta por determinado proyecto de vida, particular, único en cierto contexto familiar y social. Implica siempre alguna pérdida y, desde lo individual, la soledad del mantenimiento de un modo particular de poner en juego el deseo y de vérselas con la castración.
El sujeto se enfrenta a esta toma de decisiones todavía enmarcado en el reordenamiento narcisista que implica la adolescencia, lo que ya define el tinte del acercamiento al momento de elegir en el que predomina el pensamiento omnipotente. Nos encontramos así con adolescentes que en términos generales se encuentran con dificultades para apropiarse de una realidad que muestra y señala el esfuerzo que conlleva la prosecución de un proyecto.
Sostenido en un fluctuar impotencia-omnipotencia el adolescente se encuentra cautivado por una escena en la que se proyecta sin el reconocimiento del límite que la realidad impone. Nos encontramos con un adolescente que se enfrenta con lo real de la indeterminación del futuro, pudiendo imaginarlo pero no pensarlo midiendo riesgos y dificultades.
El espacio de la orientación debe ser un tiempo de interrogación, de enfrentamiento con esa oferta imaginaria de completad que el sujeto compra y la sociedad ofrece. Los cambios constantes en elección de carreras, o el no tomar en eterna decisión alguna, está determinado por un tiempo de demora en la tarea de apropiación de la realidad.
Pero en tanto el sujeto se halla atravesando por lo histórico-socio-cultural-económico que lo constituye a partir de procesos identifica torios que se inician en el vínculo con un otro significativo en el núcleo de la estructura familiar, la compleja tarea que supone asumir un proyecto propio parece una ironía en la cual el adolescente se debate apremiado por padres y educadores en un "se debe elegir", "libremente", mientras que desde el aparato productivo las posibilidades se muestran escasas o mezquinas para los principiantes.
Este proceso de transición está en la actualidad atravesado por un escenario de grandes y acelerados cambios que crean un clima de incertidumbre y de desesperanza y escepticismo en tanto implican exclusión social.
Esta es la realidad con la que muchos jóvenes se enfrentan en sus hogares: padres sin trabajo que han perdido el sentido de pertenencia marcados por la frustración. Dolto señala como muchos de estos jóvenes incrustados en el hogar en lugar de admirar o enfrentarse a los padres tienden a compadecerlos. Se quedan en casa y observan de una manera muy pasiva la decrepitud de los mayores. No pueden identificarse ya que no tienen ideal. Así que o bien critican al padre porque no le gusta el trabajo o dicen que se dejan explotar. Ellos querrían otra vida, se les ha forzado a que sus ideales y exigencias sean muy altos, y a la vez se les enfrenta con el fracaso y con el fantasma del desempleo. Los jóvenes están abocados a una disyuntiva: si se les estimula en una competencia excesiva, el nivel de exigencias tan alto es destructivo y crea reacciones patológicas severas, y si no se ofrece un ejemplo estimulante se llega a la decadencia y a la apatía, a la ausencia de tensión y de oposición.
Siguiendo a Dolto en el adolescente habría dos posiciones en relación a esta complejidad: quienes se identifican con el lugar asignado haciéndose cargo de que no hay futuro posible en lo personal y en lo ocupacional, asumiendo que la única salida posible sería la repetición de este sistema que no ofrece alternativas , y, por otro lado, aquellos que encarnan una posición cuestionadora, creando y jerarquizando respuestas novedosas no reconocidas desde los ámbitos universitarios, de formación terciaria y desde el adulto en general.
Dolto señala la importancia de apoyar los proyectos de los jóvenes, aunque se sepan difíciles de realizar. Los proyectos de los adolescentes, ellos los imaginan lejanos y les hacen inscribirse en un tiempo y en un espacio, en definitiva les inscribe en la temporalidad, con su correlato de finitud y de aceptación de la muerte y de la falta.
Los adolescentes que deberían iniciar sus estudios universitarios muestran las fallas del nivel medio del sistema educativo. Por un lado la falla estructural de no generar las competencias básicas en los alumnos para enfrentar el estudio universitario y por otro lado el no haber desplegado en el tiempo de inclusión en el nivel alternativas sostenedoras de la ley simbólica cuya función es anudar el deseo del sujeto a la ley social. Aun aquellos que ven la dificultad implementan estrategias que no implican una apropiación transformadora de la realidad. Una adolescente comentaba que en su escuela crearon un taller de lectura para prepararlos para la universidad generando hábitos de lectura y estudio. Tienen que leer un libro por semana. "Terminamos odiando leer", afirmó, sosteniendo su disgusto ante una imposición vacía y empobrecedora.
R. Kaës habla de la crisis de transmisión. Una serie de mutaciones en los sistemas de transmisión psíquicos, sociales y culturales ocasionan fracturas, que traen como resultado perturbaciones graves de la transmisión del vínculo. Es un momento crítico cuando entre las generaciones se instaura la incertidumbre sobre los vínculos, los valores, los saberes por transmitir. La falta en la transmisión generacional se hace patente en la adolescencia, donde se vuelve a hacer una revisión (P. Aulagnier) del contrato narcisista con la redacción de una "cláusula conclusiva". Así el joven adulto podrá ser inscrito simbólicamente de una manera nueva en el parentesco y en la doble diferencia de los sexos y de las generaciones.
Nos encontramos entonces con sujetos que demandan orientación y nos muestran carencias importantes para enfrentar una espacio social que establece sus propias reglas de juego tratando de encauzar el deseo de los sujetos según la demanda de los centros de producción y sujeto a las leyes del mercado. Teniendo en cuenta la complejidad anteriormente enunciada la propuesta es pensar la práctica de la orientación vocacional como una tarea imprescindible de esclarecimiento e información que le permita a un sujeto establecer recorridos que lo capaciten para abordar dudas e interrogantes desde una posición pensante, critica y creativa que permita un movimiento de búsqueda y definición.

A partir de la necesidad de comprender la identidad del orientador psicológico En México, se plantea un estudio exploratorio a través de redes semánticas para entender el significado que le otorgan estudiantes avanzados y profesionales de la orientación psicológica a su propia identidad profesional.
Se entiende la identidad profesional como un concepto que tiene una persona o un gremio de sí mismo y de su quehacer, siendo este dinámico, debido a que se encuentra en constante cambio. Su desarrollo inicia desde el entrenamiento profesional y es influido por los modelos (maestros, supervisores) y la realidad social.
La pregunta que se plantea es la siguiente ¿Cuál es el significado que le otorgan los orientadores psicológicos en México a su identidad profesional?
En este sentido, se contempla la identidad profesional como variable dependiente y el nivel de formación (estudiantes o profesionales) como variable atributiva. Como hipótesis, se busca comprobar o descartar si el significado de la identidad profesional resulta diferente para los estudiantes que para los profesionales de la Orientación Psicológica.
Las redes semánticas son una técnica para definir o delimitar un dominio cultural (concepto), lo que nos permite saber que estamos hablando de la misma cosa. Se le solicita al participante que haga un listado libre de palabras para definir un concepto, que en este caso es “identidad profesional del orientador psicológico”.
Participaron en este estudio 15 alumnos avanzados de la Maestría en O.P. de la Universidad Iberoamericana y 12 egresados de este mismo programa. Se encontraron más similitudes que diferencias en la manera en la que se definen los estudiantes y los profesionales. Destacan la empatía, la ética, el compromiso, la versatilidad y los valores humanistas.
Los estudiantes dan más peso al multiculturalismo y la diversidad; mientras que los profesionales priorizan el compromiso y responsabilidad en el trabajo. No surge como tema relevante, la prevención, lo cual plantea retos para el programa de formación.
Asimismo, para fines de una mejor comprensión, las definidoras obtenidas, se dividieron en dos grupos: a) cómo trabaja el OP y b) cómo es el OP, refiriéndose este último a la persona.
En el primer grupo, las definidoras más relevantes son: ética, servicio social, preparación, profesionalismo, educa, apoyo, orienta, salud mental, multiculturalismo e integrativo.
Por otra parte, en el segundo grupo, destacan: escucha, empatía, compromiso, cálido, auténtico, respetuoso, honesto, confiable y flexible.
La elaboración de un perfil competencial supone el establecimiento de una clasificación de competencias que se agrupan en diferentes categorías. Nosotros hemos distinguido unas generales que pueden englobar a las demás:
Competencia emocional: capacidad para manejar adecuadamente las diferentes emociones que pueden surgir ante determinados casos y en determinados contextos. Ésta abarca:

Autocontrol: mantener las emociones propias bajo control y evitar reacciones negativas ante provocaciones u hostilidad por parte de otros, y ante situaciones de alto contenido emocional. Por ejemplo, es necesaria en contextos disruptivos o con familias más problemáticas.
Empatía: querer entender a los demás. Habilidad para escuchar, entender correctamente los pensamientos, sentimientos o preocupaciones de los demás aunque no se expresen verbalmente o se expresen parcialmente. Por ejemplo, en una entrevista personal o durante el desarrollo de dinámicas de grupo.
Tolerancia a la frustración: mantener una acción a pesar de los obstáculos y situaciones difíciles que se presenten, aunque ello suponga un esfuerzo adicional. Supone evitar situaciones de bloqueo y demostrar comprensión y tolerancia ante los fracasos. En el trabajo diario del orientador no siempre  hay rutinas y es preciso adaptarse a las necesidades que van surgiendo a consecuencia de un conflicto en el aula o un alumno que pide ayuda, por ejemplo.
Fomento de la inteligencia emocional: saber desarrollar actividades de apoyo emocional con los usuarios. Conocer y aplicar las técnicas de apoyo emocional efectivas, tanto para situaciones individuales como de grupos, a fin de conseguir una atención completa y de calidad.
Competencia relacional: forma en que la persona se relaciona con los demás, principalmente en el entorno laboral.
Orientación al usuario: deseo de ayudar o servir a los demás, de satisfacer sus necesidades. La orientación implica una labor de ayuda y acompañamiento en diferentes itinerarios formativos.
Establecimiento de relaciones: habilidad para establecer contactos con otras personas, lo cual supone la capacidad para escuchar, interpretar y entender los pensamientos, sentimientos o preocupaciones de los demás, así como un cierto conocimiento sobre los usos y costumbres sociales. Puede implicar un trato adecuado con alumnado, profesorado, familia, etc.
Cordialidad: establecer relaciones afables, recíprocas y cálidas, a fin de establecer redes sociales útiles y confiables. Quien ayuda tiene que ofrecer confianza en su trato generando un clima positivo y evitando las críticas.
Influencia: habilidad para persuadir e influir sobre personas o situaciones para obtener una actitud positiva ante determinados cambios sin utilizar el poder coercitivo. Implica ser un "agente de cambio" manejando técnicas de motivación adaptadas al cliente y al contexto. Facilitar la aceptación en el otro de los caminos para el cambio tales como la planificación, esfuerzo o la resistencia a la adversidad.
Competencia para gestionar tareas: forma en la que la persona tiende a realizar sus tareas y a actuar en sus cometidos laborales.
Planificación y organización: capacidad para coordinar diferentes tareas y separarlas y ordenarlas por prioridad de modo que se establezcan y cumplan planes de trabajo determinados. La orientación implica elaborar planes de intervención que necesitan organización y secuenciación, de cara a la consecución de objetivos propuestos.
Capacidad de análisis: capacidad para identificar y valorar las situaciones y problemas, separando y organizando sus partes integrantes. Implica la virtud de distinguir lo prioritario dejando espacio para lo importante. Además, se compone de la capacidad para recoger información del usuario y de su  entorno; conocer y aplicar las  técnicas para el desarrollo de protocolos de recogida de información; etc.
Preocupación por el orden y la calidad: seguimiento y control del trabajo y la información, optimizando los recursos disponibles, insistiendo en que las responsabilidades asignadas estén claras. El trabajo del orientador implica la realización de tareas variadas que en conjunto contribuyan al logro del resultado esperado. Cada tarea debe ser llevada a cabo con minuciosidad y detalle para obtener los estándares de calidad marcados. Además, necesita registrar la información de los casos tratados de forma clara, práctica y sistemática.
Flexibilidad: habilidad de adaptarse y trabajar eficazmente en distintas y variadas situaciones, con personas o grupos diversos.
Iniciativa: identificar un problema, obstáculo u oportunidad y llevar a cabo acciones para dar respuesta a ello. Hacer frente a múltiples incidencias en la atención a los usuarios, tener iniciativa y capacidad de respuesta para buscar una solución.
Toma de decisiones: capacidad para elegir y adoptar una solución entre distintas posibilidades y opciones. El orientador necesita actuar en consecuencia, determinando un plan de acción y asumiendo los riesgos necesarios.
Orientación a resultados: disposición para alcanzar y superar los resultados previstos fijando metas exigentes, gestionando adecuadamente los recursos.
INNOVACIÓN: capacidad de adaptarse a los rápidos cambios que se producen dentro del mundo del ámbito académico y laboral, buscando siempre soluciones innovadoras. Implica una capacidad de adaptación al ambiente evitando la monotonía poco motivadora.
Finalmente, considerando las recomendaciones del parlamento europeo sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente, añadimos a este perfil dos competencias más:

Competencia de aprender a aprender: vinculada al aprendizaje, a la capacidad de emprender y organizar un aprendizaje ya sea individualmente o en grupo, con el resto del equipo docente (en
contextos académicos) o equipo de trabajo (en organizaciones de otro orden).

Competencia digital: conlleva el dominio de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). El orientador debe saber elaborar documentos y comunicarlos, tener familiaridad con los equipos informáticos y manejar las herramientas relacionadas con las web 2.0. Podemos destacar la capacidad de manejo de Internet y correo electrónico; uso de plataformas para subir documentos, vídeos o almacenar links; así como la capacidad de gestionar perfiles en las redes sociales más utilizadas por los usuarios y las organizaciones. El perfil del orientador es un perfil que se ha adoptado a la realidad 2.0, al igual que lo han hecho las empresas y usuarios para los que trabaja.
Para terminar vamos a subrayar la necesidad de PROFESIONALIDAD, pues el orientador debe ser consciente de la importancia de su trabajo ya que este afecta directamente al bienestar de las personas a las que atiende, siendo valorable también hacerlo de forma CREATIVA.








CONCLUSIÓN

La orientación es considerada como la otra cara del proceso educativo. De ahí que se trate de involucrar a todos los agentes educativos en las actividades de orientación, desarrollando para ello formas de apoyarlos en el desempeño de su rol. Esto es, frente a la tendencia de desvitalizar la figura del profesor sustrayéndole de funciones que como educador debe abordar con el grupo-clase, actualmente se defiende la necesidad de ofertar al alumnado una educación integral; para ello se debe propiciar en el profesorado una formación general de amplio espectro, donde las tareas de orientación y tutoría jueguen un papel destacado. También los padres y los agentes sociales deben implicarse activamente en dichas tareas
La Orientación ha recurrido a otras perspectivas teóricas que en algunos casos han desvirtuado la naturaleza de los fenómenos a considerar, condicionando y modulando la forma de focalizarlos y de abordarlos. Pero que, sin embargo, han contribuido a crear un marco referencial estructurarte en función de la intervención en esta disciplina.
El estudio y análisis de un conjunto de perspectivas teóricas que han sustentado y sustentan actualmente la praxis orientadora, a objeto de que el educador que se está formando esté en condiciones de reflexionar acerca de la necesidad de recurrir a la teoría (conocimiento científico) para perfeccionar su rol de orientador.





 BIBLIOGRAFÍA 

ÁL (MarcadorDePosición1)VAREZ GONZÁLEZ, M. y BISQUERRA ALZINA, R. (1997). Los modelos de orientación e intervención psicopedagógica, en AIDIPE (Comp...) (22-25): Actas del VIII Congreso Nacional de Modelos de Investigación Educativa, Sevilla, Universidad de Sevilla.

BISQUERRA, R. y ÁLVAREZ, M. (1996). Modelos de intervención en orientación, en Bisquerra, R. y Álvarez, M. (coords.) (331-351). Manual de orientación y tutoría. Barcelona: Praxis.

CASTELLANO, F.(1995). La orientación educativa en la Universidad de Granada. Granada: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Granada.

SANTANA VEGA, L.E. y SANTANA BONILLA, P.(1998). El modelo de consulta / asesoramiento en orientación. Revista de Investigación Educativo, 16, 2, 59 – 77.47

Asociación de Profesionales de la Orientación de La Rioja (APOLAR)

Asociación de Psicopedagogía de la Universitat Oberta de Catalunya (APUOC)